sábado, 17 de noviembre de 2018

Mudanza



Piensa un deseo, estrella.
Ser espacio, despacio,
o tiempo, lento…
Ser vacío infinito
o plenitud cerrada en su crisálida.
Ser libertad vestida de horizonte
o el ala de las aves que desnudas escapan.
Ser frío en nuestra piel de luna nueva,
esa que está prohibida a flor de alma,
o calor en océanos ajenos
a pleno sol llorando madrugadas.

No podemos, amor, rozar el labio.
No podemos vivir, soñar apenas
las noches que nos roba la distancia.
Entre mi mano y tu piel
hay siete mares sin agua
y siete lunas de fuego
clavadas en mi mirada.
Te he buscado y no te encuentro.
Grito tu nombre y te callas.
Luego regresas, sonrisa
de madreperlas y nácar,
me acaricias sin tus miedos
y me rindo a la esperanza.

Nace la luz del negro de tus ojos,
baña los manantiales de mi vida,
desnuda sombra a sombra mis temores,
deja la noche limpia, sin heridas.

Cada noche me acuesto con tu ausencia
mientras un mar lejano me susurra
nombres de caracolas y naufragios,
secretos del manglar de nuestras vidas.

Piensa una estrella.
Pasa. ¿Dónde vives?
¿Cuál es tu hogar, lucero peregrino?
¿Del que partes acaso
o donde llegas?
Tal vez ni uno ni el otro.
Tal vez tu hogar sea el propio camino,
esta puerta sin puerta,
esta flor de latidos,
esta montaña altísima
donde tú yo y las nubes
un día
subiremos…

No hay comentarios: