Al bajar de las nubes desde un cielo sin pájaros, salvo una
graja negra que mis ojos amantes entonces ignoraron como augurio, henchido vena
a vena de la paz infinita de tu pecho en el mío, he regresado al ensordecedor
eco de la distancia que separa horizontes como si doliese el paisaje, y luego
esas palabras casi sin vida, ese cambio de rumbo del viento de tus sueños,
siempre impredecible, tu cárcel de gardenias marchitando que alimentas a fuerza
de sonrisas, esa voluntad muda de ruptura, de veleta en los mástiles de mi navío
errante, que me puede dejar a la deriva en el agua salada, hundirme en el
instante a cuchilladas en el oscuro abismo o entregarme tu alma como una brisa
tibia que acaso me devuelva al abrigado puerto donde encontré el tesoro que nos
une incluso a través de este silencio denso, doloroso, esta ausencia que duele
porque nadie la explica, porque abre a la incertidumbre espacios inmensos, a las
dudas amargas que estrangulan el sueño y abre horas y horas de vela sin
sosiego, de fantasmas, de anillos escondidos por culpa o por vergüenza donde el
vuelo del ibis nunca pueda encontrarlos, donde un mar de sargazos anclados en
la memoria pueda robarlos y así, acaso, llegó hace siglos al pie de la torre
donde vendí mi alma a una diosa de luz de meteoro, a una musa fugaz que va y
que viene como las olas mismas que la empujan, a veces con caricias, a veces,
marejada, hiriendo brutalmente mis nobles acantilados, porque mi corazón es
roca madre, donde todas las gemas cristalizan, donde cantan amables las sirenas, es
como un cementerio de ballenas donde se ocultan astros vagabundos, cometas extraviados
y piratas cobardes cuyo tesoro está siempre enterrado, siempre esperando una
señal del tiempo a que tus labios zarpen de otras islas, de la mazmorra de un
amor-naufragio y arriben a esta costa donde el deseo es siempre piel de
madreperla.
Al bajar de las nubes, como Ícaro inconsciente, ignorante
del sol que ciega tus heridas y que acaso te ama con orgullo y ternura, me estrellé
como luna incandescente en tu amargo silencio de alfileres.
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