domingo, 16 de diciembre de 2018

Gemínidas


La magia del fuego desnuda las sombras,
salpica de chispas la senda infinita
que dibuja sueños en el firmamento,
y duerme en sus ascuas como una caricia.

Se escucha el silencio besando la escarcha,
se oyen los jardines lejanos del agua...
Tus dedos son sauces que temen al viento
mientras roban lunas en mi pecho abierto.

El cielo hoy no tiene delfines ni límites,
recibe a las nubes que borran los astros,
captura miradas que se sienten libres,
devuelve centellas que caen en tus brazos.

¿Hoy se te ha olvidado pedir un deseo?
No es el meteoro quien te los concede:
¡es todo mi cielo!  El cosmos entero
refleja en tus ojos la luz que estremece...

Ya despierta la música latente
que dormía en las sombras olvidada.
Te recuestas y escuchas dulcemente
el fluir silencioso de una lágrima.

Detén el tiempo aquí, anciano Cronos,
rompe el reloj de arena que aprisiona
la eternidad que canta mi guitarra,
ofrenda de mil noches a mi diosa.

Llamas de ámbar ascienden como lenguas
por la noble madera temblorosa
que entre gemidos se consume lenta.
¿Es la lumbre que aún brilla o es la aurora?

Siento que el universo es solo piel,
que un paraíso, seda húmeda y cálida,
me envuelve, mariposa en su crisálida...
Quiero quedarme para siempre en él.

Respiras como el árbol de la vida.
Amas como una Venus entregada
a la espuma del mar que te desnuda.
Sonríes como el viento entre las olas.

Amanece despacio en las cenizas
de los sueños que ardieron en la noche.
En la bruma se ahogan las memorias
pero en mi alma aún vuelan las caricias
como estelas de pura luz divina.
Jamás olvidaré la noche y día
en que el viento cesó para dejarnos
desplegar majestuosas nuestras alas.




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