miércoles, 5 de diciembre de 2018

Trance del ginkgo de Goethe

Dos espíritus juntos en un único árbol,
sus raíces profundas en la luz del océano,
su tronco vertical como un pilar celeste,
sus ramas abrazadas, trenzando almas con cuerpos,
sus hojas abanicos para el éter, no el viento...
Y sus ojos cerrados acariciando sueños,
sus bocas quietas, como si besaran
a la estrella polar con sus labios de invierno,
labios húmedos, escarcha sobre un corazón nuevo,
chispas de luna virgen en el cielo,
estelas de cariño estratosférico,
aurora boreal en el aliento.

¿Respiras aún, amor, planeta abierto?
Minuto tras minuto tras latido en silencio
se paran las esferas, complicidad del tiempo,
la savia fluye viva, asciende al firmamento
por nuestras ramas dulces, las yemas de los dedos...
Lo que tengo en mis manos es el mayor secreto,
la llave de lo oculto, la puerta de lo eterno,
la flor que brotará del botón de mi pecho
cuando la primavera encienda el fuego. 
No necesito más en la vida que esto...
Solo somos un árbol en este bosque inmenso
pero esta noche, ninfa, no hay ninguno más bello.
Nuestras almas fundidas. Un abrazo perfecto.

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