sábado, 2 de febrero de 2019

Estrella fugaz en los brazos de Perseo


Una estrella fugaz
tuve en mis manos tristes.
Me quemé los deseos. Me dejó
un cráter en la nuca que aún humea
y el corazón soñando
en las mareas muertas. 

Ella tuvo en sus labios
los orgasmos del tiempo soñado,
las palabras del tiempo perdido
y yo
tuve en mis manos
la piel más delicada,
nervaduras de ginkgo,
el cuello de una diosa
erguido hacia la luna,
una estrella de mar
roja en la frente,
lluvia en el lagrimal,
nieve en el pecho
y mi voz temblorosa
mendigando los besos
de su divina boca.

Una estrella fugaz
tuve en mis manos sucias, 
generosa su luz
lo inundó todo
y yo, ingenuo astrónomo
quise que ella brillara
para mis ojos
sabiendo que estoy ciego
y no estoy solo,
sabiendo que hay amantes
que le han abierto el alma,
sabiendo que ella, pura,
lo entrega todo
no sólo a quien la sueña
desde su cárcel
sino a quien la ama libre
como un diamante,
a quien bajó a la playa
de sus caderas
a beber de esa espuma
de libertades.

Fugaz fluyes, te envidio...
Viejo, viejo y cansado,
cansado de morirme,
de flotar en su ausencia
como un fantasma oscuro... 

Estrella luminosa,
vuela libre al olvido,
deja que llore eterno,
por lo que habré perdido,
por lo que no merezco
y apenas he tenido.
Deja que viva al fin
mi soledad infinita,
el sabor del cariño
imborrable en mis labios,
el olor de tu pelo,
la flor de tus abrazos. 
Dormiré si los celos
no me arrancan los párpados.
Despertaré vacío.
Viviré recordando.

Una estrella de mar
tuve en mis manos.
Ahora está floreciendo
en otro páramo.
El héroe asesino
joven, lozano,
trae a Medusa muerta,
ha regresado...
El monstruo es sabio, anciano, 
se retira al abismo
del dolor y la ira...
O a meditar, acaso,
en un jardín de libros
que jamás ha prestado,
un jardín submarino,
lotos y escarabajos,
secreto, oculto, mágico. 

Me voy, pero no vuelvo
ni acaso estoy llegando. 







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