martes, 12 de febrero de 2019

Jodido invierno ajeno

Una flor
tan bella,
lavada por el mar,
perdida en las mareas,
semienterrada en la arena.

La sonrisa más bella de la tierra,
paradoja,
lleva una herida abierta tatuada.

La sirena más libre del océano,
paradoja,
se siente en un acuario encadenada.

Con mis manos de espinas,
quiero cogerla.
Con mis labios de angustia irrespirable
acariciarla.
Con mi sexo de bestia sometida
recorrer sus distancias.

Una flor, una estrella,
que ha visto los océanos por dentro,
que ha hecho el amor con dioses y sirenas...
Y yo, pobre profeta, quiero tocarla
con mis manos de mierda,
quiero que ella sonría,
reverdezca,
que se entregue sin tregua
a mi ridículo canon de belleza. 
¡Cuando ella es la propia luz
que crea toda sombra!

¿Por qué? ¿por qué deseo,
yo que soy llama siempre solitaria,
vela que besa el viento,
beber sal de su cuerpo,
follarme su alma
hasta el apocalipsis?

No, no me culpo... No.

¿Podría yo, oh, dioses,
viendo mi flor varada,
ese espejo imposible de mi alma,
pasar de largo
andando por la playa?

Aunque fuera veneno
bebería su piel
hasta agotarla.

Si estoy enfermo de ella siendo fuego
dejadme ya morir.. 
Dadme su agua.






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