viernes, 22 de febrero de 2019

Sobre el dolor


Duele y no duele
quererte y no tenerte,
estrella tan fugaz,
sonrisa-meteoro,
mar donde los delfines tienen alas,
cielo donde las aves beben luz,
tierra donde las flores enraízan. 
Duele y no duele.

Duele porque tu ausencia es asfixiante
y mis brazos vacíos se desploman.
Duele porque te veo sin mirarte
en los espejos cóncavos del alma.
Duele porque mis ojos sin tus ojos
son como hojas de sauce sin sus ramas
a merced de los vientos del olvido...
¡Cierro los párpados para que no escape
la memoria de luz de tu mirada!
Duele, maestra, porque tus palabras
son en mi mente brújula, horizonte,
y tus gestos furtivos, tus sorpresas,
una estrella polar que reina siempre
sobre brumas o dudas o tormentas.
Duele porque mis alas pertenecen
a una mañana triste en la que el viento
no deja que eclosionen mariposas.
Duele porque encerrado en mi crisálida
te siento volar libre en los jardines
mientras los juncos clavan sus raíces
en el torrente vivo de mis lágrimas.
Duele porque el deseo se coagula
en las venas azules de mis noches
mientras la luna mengua y me recuerda
que hay un almendro en flor en tu ventana.
Duele porque tu tiempo no es mi tiempo.
Duele porque tu casa no es mi casa.
Duele porque amanece sin tu cuerpo
haciéndole el amor a la mañana.

No duele porque acaso, estrella viva,
¿algo puede doler si está vacío?
¿Dónde clavas, nostalgia, tus agujas
si el corazón ha huído de mi pecho?
¿Dónde, deseo, prendes tus incendios
en este paraíso de cenizas?
No duele porque hay noches que no mueren,
que dejan sus jazmines para siempre
en el éter que envuelve las esferas.
No duele porque sé que tu piel late,
que siempre sale a flote tras la lluvia
como una bocanada de arco iris.
No duele porque sé cómo me amas:
como una gata dueña de su sombra,
como un pez luna ajeno a las mareas,
como ese pájaro en un acantilado
que no conoce el vértigo ni sabe
si el cielo tiene límites apenas,
o si el mar es un cielo reflejado.
No duele porque he estado entre tus brazos
y hemos parado el tiempo para siempre
en un reloj de arena imaginario
que yace horizontal en nuestro templo.
No duele porque el tacto de lo eterno
perdura en el espacio y llena todo...
Cuanto más grande sea la distancia
que separa tu cuerpo de mis manos,
que separa tu alma de mis sueños,
más plena de este amor en expansión
quedará la matriz del universo.
No duele porque tu labio es perfecto.
No duele porque no duele lo bello.
No duele porque amar no tiene aristas.
No duele porque lees estos versos.

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