martes, 26 de febrero de 2019

Hacia la luz


Espíritu de luz
que ignora los espejos,
que ilumina las sombras desde dentro
y atraviesa la noche silenciosa
como un dardo vital hacia la aurora.

Guía mi alma de nieve a la montaña.
Llévatela
por las veredas del aire
como una hoja que olvidó el otoño,
como el aleteo de una mariposa.

A veces hueles a tabaco y lágrimas,
tabaco agrio, lágrimas saladas,
se atenúa tu luz, estrella blanca
a miles de años luz de toda magia.

A veces se desnuda el horizonte
como si la mirada lo perdiese
por buscar más allá de la belleza
de ese instante que juega con las horas.

A veces se me hiela en la garganta
una palabra que el corazón dicta
por miedo a que la voz que la pronuncia
adultere su esencia sobrehumana.

A veces te resbalas de mis manos,
carámbano de aliento de nostalgia,
te alejas como un último suspiro
en la brisa callada de la tarde.

A veces oscureces bajo el mar
como una orca fugaz bajo las aguas,
y yo espero en la orilla a que reemerjas
confundiendo las olas con las lágrimas.

Luz viva, íntima, desnuda,
llama de amor que el llanto nunca apaga,
ilumina el umbral a mis caricias
que llaman a la puerta de tu pecho,
de tu flor-labio, nácares y pétalos.

Cógeme de la mano y salta al cielo
a recorrer jardines en la luna
sin mirar hacia atrás, hacia el desierto
donde quedó enterrado todo tiempo
que no sea el presente inabarcable.

Espíritu de luz, 
guía mis noches...
Sonríe, hazme soñar, dame un cometa
cuya luz nos reviente los sentidos
en un nirvana-orgasmo-plenilunio
sin principio ni fin,
definitivo.


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