domingo, 10 de febrero de 2019

Magia, tu luz.


Belleza, belleza, belleza.
La magia de la luz.

Como una noche en la bahía,
el silencio borrado por las olas...
Y en la quietud de un horizonte oculto por las sombras
la luz de un velero surcando el vacío
como si el mar hubiera robado una estrella.
Oh, belleza. 

(Y en un cabo, acaso en un islote
donde la tierra se rinde al abrazo del océano,
insumisa al latido de las olas,
pestañeando hasta que el sol la ahogue
la linterna de un faro).

Como una vela en memoria de las almas
oscilando aérea en las aguas del Ganges
luz que acalla el olvido, llama eterna,
incendio íntimo de fe o de añoranza...
O, si las catedrales flotaran como enormes navíos,
el fuego eterno en mármoles u ojivas,
el eco de vidrieras esmaltadas.
La magia de la luz.

Así avivas mi alma, loto encendido,
estrella misteriosa, rumbo al asombro,
desnudas los umbrales de la magia,
cometa silencioso que la oscuridad ama,
tesoro de las sombras que acarician
mi mirada sedienta de luciérnagas.
Como una flor de luna o la primera anémona
que floreció en la nieve y busca al sol
en la profunda noche
donde la luna apenas la sonríe...
Como si una estrella fugaz se hubiera detenido
al Este de mis sueños,
en el cénit de mis deseos,
en el Poniente de mi cordura,
para sincronizar mis latidos
con tus destellos. 

Luz, luz, luz...
Luz a flor de piel, sincera, 
llama de vida, pétalo fresco que ama y que no arde...
Se sublima en las sombras,
oh, belleza.

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