sábado, 9 de marzo de 2019

Curry rojo


Me quedo.
Me quedo dentro.
Me quedo para siempre
dentro de tu cuerpo
porque la luz divina
de la que todo emana,
la creación entera
nace de entre tus pétalos
y cuando te penetro
como un rayo de luna
mil derviches giróvagos
se instalan en mi alma
y dibujan mis olas
en tu piel de lucero.

Me quedo dentro
hasta que el sol se apague,
hasta que este planeta
cese sus rotaciones
alrededor del eje
que tus manos sujetan,
hasta que el cielo mismo
que tus labios de seda
tibios, húmedos, vivos,
dibujan en los míos
agote sus colores
de aurora irrepetible.

Me quedo dentro,
aquí, en tu hogar,
en tu espacio,
en tu cama, en tu tiempo,
Se me enganchó el espíritu
en la flor de tus senos,
en tu aroma de almizcle,
en tu lengua de océano,
en tus ojos abiertos
reflejando el silencio.

Me quedo, sí, me quedo,
dentro de tus caderas,
de tu abrazo sincero,
de tu aura, de tu templo,
de tu bosque sagrado,
de tu jardín de invierno
donde miles de orquídeas
acarician el viento.

Tú eres agua y yo tierra,
tú eres aire y yo fuego.
Tú eres luz, yo soy sombra.
Tú eres diosa. Yo creo.

Me quedo aquí, entregado,
cada átomo en mi cuerpo
cabe en una palabra
que es tu nombre
secreto.
Como anillo en tu dedo,
plata, luz y deseo.
No salgo ya.
Me quedo.

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