jueves, 14 de marzo de 2019

Montmartre


Donde vive el silencio
está su nombre escrito con estrellas.

Ola tras ola tras ola
fuma sola, escondida
a la orilla del sol y de las sombras.
Todo en su cielo es púrpura.
Todo París perdido entre los siglos
renace en su sonrisa. Media luna.
Toda verdad o ruego de mis labios
rebota en su conciencia como un eco
que me ama o que me lleva la contraria,
como si el cuerpo fuera un violoncello
que lleva en su interior toda la música
pero también todo el silencio.

Gatos negros, poetas, bailarinas.
Manos blancas, caricias, tal vez lágrimas.
¿Emoción? ¿Compasión? Libertad. 
¿Qué corazón sensible,
por muy rebelde que fuese,
se reiría de un triste perro lunático
que se alimenta sólo de belleza?

Dejadme soñar que huye hacia mí,
que su soledad es mi espacio
como una isla de sal en el océano,
como una puerta abierta en el tiempo
por la que los relojes no pueden pasar.

Dejadme soñar
que bebo el propio sueño de su boca
y que cierro los ojos al besarla
para no ver el tiempo que se escapa. 

Dejadme libre al fin ante la vida,
buscándome en el quinto capítulo
fascinado por las yemas que brotan
del viejo tronco que en mi piel habita. 

Cada vez que ella vuele
llevándose mi aliento en su sonrisa
dejadme solo
porque todo lo soy y lo que siento
es el nido vacío de mis brazos.

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